Entré en el comedor abanicando ante mí la mano buscando al dragón en una enorme nube de humo.
Le vislumbré al final del sillón con un enorme Habano,
la imagen me pareció grotesca, el olor insoportable y decidí que esto no podía
seguir así.
- ¡Vamos a dejar de fumar Dragón!- afirmé, ante su mirada triste y desconsolada.
- ¿Por qué? yo amo fumar...-contestó con un terrible miedo en la mirada. Pero estaba decidido, con un rotundo "Basta" decreté que íbamos a vivir sin humos.
Y hoy es ese día, hoy el Dragón y yo íbamos a despedirnos por fin del tabaco. En estas últimas horas apurando la niebla gris de mi cigarrillo lo miro con el recuerdo de ese constante en mi vida, visualizo mi primera calada en un bar cercano a la escuela sintiéndome mayor, pienso en ese cigarrillo compartido entre sabanas, lo que se goza tras un postre y un café, como te infunde valor ante la presencia de alguien que te impone y la desinhibición en los actos sociales...
- ¡Vamos a dejar de fumar Dragón!- afirmé, ante su mirada triste y desconsolada.
- ¿Por qué? yo amo fumar...-contestó con un terrible miedo en la mirada. Pero estaba decidido, con un rotundo "Basta" decreté que íbamos a vivir sin humos.
Y hoy es ese día, hoy el Dragón y yo íbamos a despedirnos por fin del tabaco. En estas últimas horas apurando la niebla gris de mi cigarrillo lo miro con el recuerdo de ese constante en mi vida, visualizo mi primera calada en un bar cercano a la escuela sintiéndome mayor, pienso en ese cigarrillo compartido entre sabanas, lo que se goza tras un postre y un café, como te infunde valor ante la presencia de alguien que te impone y la desinhibición en los actos sociales...
Lleva ya tanto tiempo en mi vida que es aquel “amigo
sibilino”, constante que me acompañaba cuando estaba nerviosa, que me calmaba
la ansiedad, ese extraño pasajero en mi bolso que jamás olvidaba y que sin el
parecía enloquecer.
Un amor tóxico que me ha enjaulado durante años,
que me ha privado de olores y sabores, aquel que me empapaba la ropa de un olor
agrio y ahumado, pero al que no podía abandonar, al que no podía dejar. Tarde
o temprano siempre volvía a guiñarme un ojo imaginario con esa tentadora
boquilla deseando ser besada.
Tan inocuo con su apariencia de papel
pálido, tan silencioso haciéndose desear, tan prometedor de que tras fumártelo
todos mis problemas serán menos problemas y mis placeres mas placeres.
Pero ahora ya no mi querido y fiel pitillo,
ahora ya no te quiero te giro la espalda sin culpabilidad y queriendo sentirme
libre.
Quiero volver a correr sin ahogarme, a disfrutar
de mi paladar, a besar sin reparos de alientos sucios, a olvidar los
pinchazos en el pecho tras una noche de fiesta...
Ahora sé que no me quieres, un amor verdadero
desea que seas feliz sin ataduras pero tu solo sabes tenerme a golpe de cadena.
Te invito a irte a otra parte, a vivir apagado a que vivas solo y a
oscuras por siempre jamás en tu cajetilla sin convertirte en el humo de nadie,
sin ser más una tentación, sin ahogarme, sin hacerme vivir de rodillas a
tus pies, sin matarme.
Sin más, ya no te quiero.
El Dragón frunció el ceño, respiró hondo y apagó
el Habano enérgicamente contra el cenicero y así pusimos un punto y final al
más fiel de nuestros amores tóxicos.