viernes, 6 de septiembre de 2013

Ante la chimenea




En silencio y a oscuras, me quedé con mi Dragón mirando la chimenea todavía apagada, hace demasiado calor todavía para que chisporroteen sus troncos. Pero la echábamos de menos. El dragón insistía en abrir todas las ventanas y así tener una excusa para ponerla pero lo miré como miran las madres con cariño mientras niegan con la cabeza.
-Sí, realmente sería un poco absurdo- dijo agachando la cabeza.
Pero le entendía, los dos adorábamos la chimenea, no sabía por qué, quizás es su olor, la calidez más allá del fuego, las sombras que rellenan las paredes al compás de las llamas, los recuerdos del  último invierno con mi soledad dulce y mi dragón, compartiéndome entre las paredes de mi salón. Y cada vez que miro el hueco de mi maravillosa chimenea, me devuelve a ese instante conmigo, en el que me encontré y disfruté hasta amarrarme el alma a la vida presente y no desear estar en ningún otro lado.
El final del invierno, tras un tratado de paz conmigo misma, rebusqué entre mis cajas de recuerdos  y hallé una carta que me había escrito, naturalmente la leí delante de mi chimenea, confidente de todas mis andanzas en solitario en esos gélidos meses. La leí, la leí sin dar crédito a mis antiguas palabras, sin poder creer que esas líneas hubiesen sido tatuadas por mí en el papel. En ellas me decía quién querría ser en diez años. Miré mi reflejo en la pantalla de la televisión apagada, me levanté despacio  y acaricié mi reflejo.
Curiosamente  era más de lo que pudo imaginar. Todos tenemos la sensación de tener algo que perdonarnos, algo en lo que fallamos.
Pero mientras las yemas de mis dedos tocaban el opaco cristal, mas allá de toda razón, en algún lugar sin nombre de mi interior, entendí por fin que no había nada que perdonar, que cada paso había sido necesario y merecido para que me gustase el reflejo en el cristal. Así acabó mi último invierno, quitándome un enorme peso de encima. Así apagué mi última chimenea.
 Y dentro de poco la volveré a encender, esta vez  “en buena compañía”, sabiendo que seguiré creciendo, que seguiré errando pero también aprendiendo. Tanto yo, como mi dragón, como tú, que estás leyendo esto,  también has necesitado todo lo vivido para ser quien eres.
La pregunta es si te gusta tu reflejo en el cristal, si es así, suelta cargas; si es que no, suéltalas también y busca la manera de encontrarte.
Siempre se está a tiempo para que te guste tu reflejo en el cristal.
Feliz temporada de cálidas chimeneas.