Cuando llegas
a una pequeña aldea en el centro de Asturias, imaginas vacas, verdes prados,
gente yendo a sus huertos con madreñas, quizás algún paisano* paseando con el bastón
de avellano, puedes imaginarte, ratones de campo en la despensa, boñigas de
cabra en los caminos, en mi caso incluso un dragón bañándose en un lavadero mientras
come crema de cacahuete.
Lo que jamás
pude imaginar cuando me mudé fue que un chef francés jubilado viviese a 20 metros
de mi casa.
Sí, en mi
pueblo hay otro francés y otro chef, (Creo que Eloina empieza a considerarlo
una invasión.)
Evidentemente
nos hicimos amigos, mi gabacho tenia alguien con quien hablar en su idioma y además
comer delicias dignas de una estrella Michelin, imagina lo contento que estaba
el glotón del dragón.
Lucas y el
bicho negro persiguen a sus gatos y juegan con su perra Mika y lo más
maravilloso es que su mujer es una divertida argentina con la que aprendo
siempre que hablo con ella, con ese acento sureño de Buenos aAires que suena
como un tango y sabe a mate con aroma de naranja.
Así es mi
aldea, con personajes dignos de una serie televisiva y por su puesto hoy no podía
faltar mi chef y mi argentina favorita.
Intento aprender
de todo el mundo y hoy “Le chef “ decidió darme una clase de cocina y enseñarme
a preparar una mousse de limón, tanta información tantos boles con ingredientes
cocciones milimétricas , mientras a cada instrucción el dragón decía:- ¡sí
chef! - probando las masas y deseando que terminase para comerse alguno.
En ese
instante me di cuenta de algo mientras removía el merengue. Se tiene que hacer
despacio , con mimo y eso es algo muy difícil para alguien hiperactivo y
disperso como yo, aun y así con acento medio francés medio argentino y con
infinita paciencia Le chef me observaba y me indicaba como hacerlo, así es como
se añade amor a las comidas y a todo en realidad, estando presente en lo que estás
haciendo , tratando de no pensar en nada más que en ese suave merengue que no
puede bajar y que has de batir sin parar y con suavidad. Disfrutando de cada giro,
viendo como lentamente se transforma y se mezcla con una crema de limón, hasta
casi entras en un estado meditativo en el que solo estaba la clara de huevo y
yo, disfrutándonos de ese instante.
Así es como debería
hacerlo todo, como ahora estoy escribiendo este blog, con mimo, fijándome en
cada coma, en cada palabra, para que lo puedas saborear querido lector, igual
que aquí a mi lado el dragón saborea una deliciosa mousse de limón bajo la
atenta mirada del bicho negro.
Dedicarte a
estar presente es tremendamente enriquecedor para lo que haces , para tu alma y
para los que nos rodean. Una de las lecciones que más me cuesta pero que hoy me
ha recordado mi maestro pastelero. Gracias chef y gracias a ti querido lector
por estar presente mientras lees estas líneas, saboreándolas sin pensar en nada
más.
Bon apetit.
*Paisano: hombre mayor en asturiano.
