Había una vez una lechera que (obviamente) tenia una vaca a la que llamaba Clarisa, un día la lechera cogió el cántaro lleno de la cremosa y deliciosa leche recién ordeñada y se fue camino al pueblo para venderla.
Ese día soplaba una brisa suave y la luz del sol se entretenía con las gotas del rocía matutino irradiando pequeñas estrellas en los bordes del camino. La lechera se sentía feliz mirando el delicioso paisaje y se perdió en sus pensamientos. Pese a que los recorteshabían suprimido las ayudas en su gremio, pero ella no iba a permitir que eso le estropease el día.
Entonces también recordó que estaba a día 20 y que debía pagar el IVA del trimestre,y además había recibido una notificación de la cámara de comercio que le reclamaba el impuesto de las basuras…
-Bueno no importa con lo que saque de la leche lo pagare todo de sobra y me quedara bastante para mi – se dijo mientras se deleitaba con el sonido de un riachuelo cercano.
Mas tarde recordó que era Julio y que también tenia que pagar el IAE correspondiente a ese año, y casi había olvidado la notificación de hacienda que le había multado porque la cláusula b-547/12e5 de su declaración de la renta.
- Vaya no recordaba que eso vencía este mes, bueno quizas este mes nos tendremos que apretar el cinturón (otra vez).- respondió a sus pensamientos ya sin fijarse en las golondrinas que joviales jugaban con el viento.
-También debería comprar la comida de “Clarisa” y toca vacunarla, ¿me fiara el veterinario?
Mientras en su mente los números empezaban a dispararse un vecino también lechero se cruzo con ella en el camino y la saludo cordialmente, entablaron una corta conversación acerca de sus respectivos animales y ya despidiéndose el lechero el dijo:- Ha por cierto los del gremio están en el pueblo recaudando el impuesto vacuno…
Esa ultima suma inclino la balanza hacia un desastre empresarial, comenzó a pensar en los madrugones, en las manos llenas de cayos estrujando las tetas de esa vaca gorda que comía mas que la leche que daba, pensó en que había 10 puñeteros kilómetros hasta el pueblo cada día cargada con el cántaro de leche que a cada paso que daba le pesaba mas, y sobre todo pensó en que a ella JAMAS LE HABIA GUSTADO LA LECHE¡¡¡ el paisaje ya no le parecía tan idílico, de hecho solo podía fijar su mente en la enorme roca que había en medio del camino y que cada día debía sortear a tientas de romper el asqueroso cántaro,…
Un sudor frío el recorrió la espalda y sin mediar medio pensamiento más estampó con todas sus fuerzas el cántaro contra la grandiosa roca. La leche se desparramo tiñendo el camino de blanco mientras los trozos de arcilla yacían inmóviles en el suelo.
Como una auténtica psicokiller , la lechera volvió a la granja y al más puro estilo “Psicosis” mató a la pobre Clarisa y decidió montar un restaurante de hamburguesas , eso si clandestino porque no pensaba pagar ni un impuesto más.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado.