martes, 12 de marzo de 2013

Una col en mi nevera


Una de las cosas que mas me gustan en el mundo es abrir la puerta de la nevera y encontrarme aun amplio surtido de mi propia elección, donde rebosan las latas de cerveza, los refrescos, infinidad de yogures de distintos sabores y texturas, verduras y frutas adornando los cajones y explotando en colores y formas, algo de embutidos y carnes, y un sinfín de delicatesen. La sensación de abundancia, de poder de elección, de calidez hogareña y de bienestar es… maravillosa.
Solo hay un problema, si los miembros de la casa son un número impar  no superior a dos, la cosa se complica. Si además sales de tu casa a las 8 de la mañana y llegas a las 8 de la tarde, se complica mas, si encima viajas la mitad del tiempo por lo que ni siquiera estás en tu casa… no tienes tiempo ni tan siquiera de surtirla, así que normalmente abres la nevera y rebuscas en busca de algún resto de lo que sea o te conformas con unos cereales que una vez compraste porque venía el hijo de una amiga  y algo tenía que desayunar.

No te creas, a vez los denominados “singles” tenemos momentos de lucidez.  Te miras en el espejo del baño , te impones ante tu vagancia ,tu  falta de responsabilidad y te dices :-Wisheast, tienes 36 años , no puedes comportarte como Macaulay Culkinen en  “solo en casa”,  ya con tus danzarinas imitaciones de Tom Cruise en “risky business” es suficiente, has de comenzar a comer bien  ¡¡¡La imagen que te devuelve el espejo agacha la mirada y afirmando que tienes razón y te comprometes a empezar a responsabilizarte de tu dieta.

En un ataque de madurez vas al supermercado y cargas el carro como si no hubiese un mañana, compras coles de Bruselas (que ni te gustan, pero es lo que compraría una madre), algo de brócoli, surtidos para caldo, y rellenas los huecos con toda la sección cárnica y de frutos del mar. Pasas por las estanterías de galletas y chocolates mirando al techo, haciéndote la dura y con desden  desprecias la sección de congelados donde viven los helados. Solo y exclusivamente productos vitaminados y nutritivos inundan el carro.
Tratas de enclaustrar todas las bolsas como puedes en el inexistente maletero del  kia picanto y te vas a casa.
Al cabo de un par de horas, los fogones trabajan sin cesar, haces caldo para alimentar por lo menos a un cuartel, unas lentejas que guardaras en taperas para alimentarte  toda la semana, y mientras ordenas toda tu compra por colores y tamaños en el interior de esa nevera que exclama un alegra “aleluya”
Feliz, sintiéndote en un capítulo de la tribu de los brady , colocas todos los taperas de comida casera en perfecto orden, limpias la cocina, y cenas una de tus elecciones de exquisitos manjares mientras te deleitas con una copa de vino brindando por tu éxito y sintiendo adulta, responsable y satisfecha.
Solo hay otro problema, … pasa el tiempo, y la mitad de los dias laborables, se te ha olvidado coger los programados tapar para comer y llévatelos al trabajo, así que has de comértelos por la noche pero llegas cansada y no te apetece , acostumbrada a ese yogur a punto de caducar y los deliciosos chococrispys , las lentejas se te antojan extremadas para la digestión nocturna, miras el brócoli y las coles de Bruselas ... te preguntas en que estarías pensando cuando las cazaste en el supermercado, pareciéndote cada vez menos  deliciosas ( quizás también debido a que llevas ya varios días pensando que hacer con ellas y ya empiezan a estas blandas y arrugadas.)
Dos semanas después el color del contenido en los taperas  de restos, empieza a debatiste entre negro enmohecido y grisáceo pelusilla similar a un mini jardín de penicilina. Y mejor obvio comentar el lamentable estado de las verduras que ya que tu no las has hecho en puré, se han hecho ellas mismas y han dejado un surco jugoso y poco higiénico en el suelo del cajón.
 En definitiva decides deshacerte de todo y volver a empezar, vacías la nevera dejas los refrescos la cerveza ,el tarro de nutella , algo de embutido, y decretas que a Dios pones por testigo que nunca más volveré a comprar coles ni nada que se le parezca.

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