-¿¿Dónde carámbanos
está el tarro de NUTELLA¡¡¡?? - gritó el reptil rosa desde lo alto del armario
de la cocina.
- Se ha
acabado Dragón, además contiene demasiados conservantes creo que has de
dejarlo.
-¿¿¡¡Cómo¡¡¡??-
sus escamas parecían tensarse y de su pequeño hocico salía unos pequeños
rastros de humo.
- Pero tranquilo he traído otra cosa para que
la pruebes, se llama crema de maní está
hecha con cacahuete.
-Te puedes meter
tu maní por los orificios que más te guste pero yo quiero mi Nutella.
-¡Dragón esa
boca!
-Esa boca estaría
ocupada si tuviese dentro el chocolate de mi tarro de ¡¡NUTELLA!!
-No vas a
comer Nutella.
-No voy a
comerme el maní.
-Pues ye lo
que hay Dragón. No voy a comprar más Nutella y que yo sepa tu no vas al súper así
que ya sabes o maní o nada.
Solo se oyó
un resoplido que olía a humo y un portazo indignado mientras el dragón se iba
al lavadero a por su baño matinal esta vez en ayunas.
Pero yo
conozco a mi amigo, y como todos tiene sus tiempos así que con paciencia decidí
ir a dar un paseo con Lucas y el bicho negro a un camino que siempre se me resistía,
y es que tenía una curva muy empinada que daba a otra todavía más empinada,
esta vez tras varios intentos había decidido que iba a conseguir llegar hasta
el siguiente tramo costase lo que costase, ya que siempre que me paraba imaginaba
otra enorme subida sin fin. Esta vez averiguaría cuanto más debía trepar para
poder llegar a…. en realidad ni sabía dónde, ni me importaba solo quería descubrir
que había alrededor de mi preciosa aldea.
El día acompañaba,
la temperatura era perfecta y el sol lo acariciaba todo con mimo, pero ahí empezaba
la subida, mis piernas se esforzaban a cada paso , en algún momento paraba para
reponer fuerzas porque en mi mente estaba que tras la tremenda curva empezaría otra
peor y tenía que guardar fuerzas. Y así seguí hasta llegar a lo más alto que ya
conocía y con curiosidad y temor me encaminé hacia lo desconocido.
Que sorpresa
me llevé cuando al girar el siguiente repecho el camino se allanaba y no solo
eso sino que unos prados y bosques lo convertían en un lugar digno de Tolkien.
En silencio y con la única compañía de mis peludos transité el camino sintiendo
el crujir de las hojas de otoño bajo mis pies, escuchando el canto de las ramas
movidas por una suave brisa y mi mirada perdida a un infinito invariablemente bello,
si en ese momento hubiese muerto creo que no me hubiese dado cuenta ya que ese
lugar no debe ser muy distinto al mismísimo paraíso.
Lucas y Ami corrían
sin necesidad de correas, las montañas en el horizonte tocaban las nubes , y
los castaños maduros regaban el suelo de
frutos infinitos.
Entonces me
di cuenta ¿Cuantas veces nos rendimos justo antes de que empiece lo bueno? Por no
probar, por no intentarlo.
Igual que la
montaña ese día mi probó a mí ¿Cuantas veces nos prueba la vida?
Siempre que
he vencido un miedo he sido altamente recompensada, mas allá de lo que pretendía
conseguir , y aun y así necesité que esa montaña me lo recordase, que para tener
una recompensa has de ser digno.
Cuando llegué
a casa me encontré al dragón en el sofá viendo como el gabacho mataba unos
zombis con su playstation, mientras,
como no, estaba ya por medio tarro de crema de maní.
-Oye que
esta cosa esta tremenda.
-Ya te lo he
dicho que te conozco y sabía que te iba
a encantar pero has de probar las cosas para saberlo.
Y así en un día
de pruebas y recordatorios seguí escribiendo mis poemas para un libro que es tenía
miedo de acabar. Preguntándome que pasaría
cuando lo publicase.
Pero ya no
con miedo, sino con ilusión.
Querido lector
atrévete a subir montañas, a comer maní o a cualquier cosas que te ronde por la
cabeza pues te garantizo que la vida te prueba y después te recompensa.
Feliz semana.