Mi querido mar, te echo de menos , viéndote en invierno, solo puedo observarte , mi mirada te torna como una gigantesca escama, brillante y fina, cálida en el recuerdo de nuestros días de verano.
Cuanto te amo con cada caricia
que me brindas. Me despojas de toda prudencia, y pudor, invitándome a
desnudarme en el susurro de las olas, seduciéndome , tentándome, y en tu cálido
manto acepto tus abrazos .
Sumerjo mi cuerpo sin límites cediéndome
a ti por completo, el silencio de tu “todo” en mis oídos al ahogarme ,dulcemente
en el húmedo abismo de tu grandeza, encuentro ese mundo invisible de aletas de
colores, erizos durmiendo entre rocas ,
y arbustos marinos bailando al son de la sonata sigilosa de tu esencia.
Agradecida por esos paseos mi querido mar, por
inundar mis venas con tu salitre, hasta volver mi alma tan azul y salada como
la tuya, te regalo mis nados, jugando con tu piel húmeda , permitiéndome ser
parte de ti, por hacer que cada pensamiento mío, se convierta en una furiosa
ola o en una mínima onda que brilla al sol en la superficie marina sin juzgarme, por
hacer que mis huesos pasen a ser tan ligeros como tu espuma, y llevarte con cada
ola mis miserias y tristezas.
Incluso al irme , tu manos largas encadenan mis tobillos en la orilla, rogándome que vuelva a ti, como un amante
canalla que no desea que salga de su cama.
Pero sabes que he de irme, también sabes que
volveré, y así paciente me esperas, quizás ligeramente molesto golpeas tu
contrariedad contra las rocas acostumbradas a tus iras.
A ti amado mar, que me miras seductor
mientras de lejos te añoro, deseándote cada
día desde la distancia. Amándome como tú solo sabes amar. Inundándome, desbordándome
, despojándome de todo lo que no es necesario.
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