Para quien no lo sepa, tengo un sobrino, se llama Jan y vive muuuy muuuy lejos en un lugar llamado Varsovia. Evidentemente no puedo ejercer de tia molona como me gustaria, pero desde mi vagón de tren, querria dedicarle un cuento que escribí hace tiempo... Dedicado al único Rubio que ha conseguido enamorarme.
Había una vez un artesano que construía violines, en un pequeño taller de Varsovia.
Los hacia poco a poco, con mucho esmero, y tenia la fama de hacer los mejor de toda la ciudad, las maderas eran las mejores y sus herramientas finas como las de un cirujano.
Un día construyó uno único, como todos los que hacia, que eran únicos pero nuestra historia habla de ese, hecho con el ruido de una lija y con la humilde luz de una vela para alumbrar la habitación, en silencio, con cuidado de que fuese único.
Al acabarlo el maestro dejó el violín en la estantería y se fue a dormir, mientras el violín se despertó y comenzó a pensar.
- ¿Quién me comprará?- seguro que será un maestro de la música, y viajaré por todo el mundo, sonando en todas las operas importantes, los aplausos resonaran en mi caja cada noche. – Se decía para si mismo.
Y así pasaron las semanas, hasta que un día sonó la campana de la puerta, un hombre mayor con aspecto humilde entró en la tienda con una bolsa de piel en una mano y observo a su alrededor todos lo violines que había, hasta que vio uno que resaltaba del resto. Se acercó y lo acarició…
-Buenas tardes ¡ - dijo el maestro – Puedo ayudarle?
-Si, quería saber el precio de ese violín- contestó señalando a la estantería.
El maestro se acercó al violín y se lo entregó – 10 monedas de oro, esta hecho para un diestro violinista, para alguien especial.
- Y para alguien especial es- Respondió el cliente.- Envuélvamelo me lo llevo.
El viejo hurgó en su bolsa y la vació encima del mostrador y despidiéndose del maestro se marchó.
El violín estaba excitado, por fin iba a salir de la tienda e iba a ver mundo, “para alguien especial” había dicho el viejo, no podía ser de otra manera, seguro que seria un gran músico, un maestro como su inventor. La emoción le tensaba las cuerdas y le provocaba un cosquilleo de curiosidad en la caja.
No podía ver nada envuelto con el papel de regalo, oía los motores de los coches en la calle , pero no pudo ver nada hasta que llegaron a una casa y el hombre hizo venir a alguien para entregarle el regalo. El violín no podía mas de la curiosidad, … y por fin comenzó a oír como alguien rasgaba la cuerda con la que estaba atado, la luz volvió a aparecer tras el opaco y grueso papel y una enorme sonrisa de una niña apareció tras el.
- Una niña¡¡¡¡¡ - que se han creído que soy un juguete???
-Donde esta el maestro, donde esta la habitación empapelada con telas de raso????
Gritaba en silencio el violín, mientras la niña lo cogia entre sus manos y comenzaba a tocarlo.
Las cuerdas chirriaban y crepitaban proporcionando un horrible sonido, la niña fruncía el ceño sin entender que ocurría, pero su padre le dijo.
-Os tenéis que conocer todavía, debéis daros tiempo.
Anna miró el violín y dándole otra oportunidad volvió a tocar las cuerdas pero cada vez sonaba peor.
Pasaron muchos días y siempre que Anna lo intentaba fracasaba en sus intentos, el orgulloso violín enfadado con su destino no se dejaba tocar, no le gustaba esa niña tonta que jamás seria nada, y se pasaba el día lamentándose de su mala suerte.
Un día Anna se cansó de intentarlo y lo dejo en la estantería, se estiró en su cama y lloro … y lloro, al entrar su padre y verla así se sentó y ella le explico que se sentía muy estúpido por soñar, por tratar de conseguir ser una buena violinista, que era mejor no soñar y conformarse con lo que todo el mundo hacia, mientras su padre le acariciaba le decía que no abandonase, que todo era posible , solo debía creer , tener fe …
El violín aun gruñía desde la estantería pero cada vez mas bajito, mis sueños se podrían hacer realidad? ya seguro. Pensaba cínico y malhumorado.
-No voy a volver a tocar mas ese estúpido violín¡¡¡ - contestó Anna.
El violín se quedó oyendo resonar esas palabras entre sus maderas, ¿nadie más iba a tocarle? Que sentido tenia entonces ser un violín. Quizás fue ese el momento en el que se dio cuenta que echaba de menos a Anna. Que daría cualquier cosa por tal de que Anna volviese a tocar sus cuerdas, pero era tarde, ella se había rendido.
- Es tu decisión – contestó el padre. – Pero siempre estas a tiempo de cambiar de parecer.
Anna lloró durante toda la noche y durante días pasaba por delante del violín sin apenas mirarlo, y casi era mejor porque cuando lo miraba el odio llegaba hasta su última cuerda.
El violín tenia una capa de polvo encima, y su tristeza comenzaba a agudizarse, tuvo tiempo de pensar en lo estúpido que había sido, en que daba igual tocar en una opera o en una esquina de la calle, el solo quería sonar, llegar a alguien, y su egoísmo y su vanidad le habían hecho quedarse en una humilde estantería hasta que alguien lo tirase a la basura o lo descuartizase, esa seria su condena.
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Una mañana de Abril Anna entró en la habitación con un trapo y cogió el violín para sacarle el polvo, y una de las cuerdas sonó ligera y risueña, recordó lo mucho que le gustaba el sonido del violín, sin saber porque y con muy pocas esperanzas lo apoyo nuevamente en su barbilla y toco una nota, y casi como un milagro,… Sonó.
Sonó sin chirriar, y toco otra y de nuevo sonó melódico y así llego al tercer acorde y al cuarto y olvidó por completo que debía limpiar, solo podía tocar, tocó toda la tarde bajo la sonrisa sorprendida de su padre y la suya propia.
Al irse a dormir lo dejo con mimo en la estantería y soñó con una opera en Viena.
Mientras el violín la observaba inerte y complacido en la estantería.
Tras ese reencuentro ya no se separaron, el violín disfrutaba cada vez que Anna llegaba a casa para tocarle y juntos hacían sonar la música más deliciosa que hayáis podido oír.
Cada día el violín quería más a su “pequeña maestra” y juntos aprendieron muchas melodías hasta que un día alguien paso por la ventana de Anna y escucho un sonido nuevo que embriagaba el otoño de Varsovia y llamó a la puerta de la humilde casa.
Mientras Anna sonreía al escuchar su nueva composición.
Al bajar vio a un hombre apuesto que vestía con ropas caras, y que estaba enfrascado en una conversación intensa con su padre.
-Anna, te presento al maestro Kapolsky, el dueño de la orquesta sinfónica de Varsovia.
Anna se quedó paralizada ,pero no más que el violín al que casi se le rompe una cuerda de la impresión.
El maestro se acerco sonriendo a Anna y le pidió que tocase para el.
Con las manos temblorosas comenzó a tocar una melodía que había titulado...
“El sueño que quería ser real”, la música comenzó a vibrar por toda la habitación mientras veía la satisfacción del maestro al contemplarla.
El violín jamás se había sentido tan orgulloso de su niña y ya no pensaba en él, sino en que ella pisase un teatro repleto de gente que pudiesen deleitarse con su gran manejo del instrumento.
Y así fue , Anna se convirtió en una gran maestra y su fama fue reconocida mundialmente, pero aún y así los aplausos y las flores que le rodeaban a diario no se podían comparar a sus ratos de soledad con su violín, donde los 2 eran felices teniéndose el uno al otro, inventando nuevos sonidos que eran solo para ellos 2 que habían estado juntos mucho antes de que el éxito llegase, una noche antes de irse a dormir dejó el violín en la estantería como siempre pero esta vez al alejarse una de las cuerdas sonó sola y al girarse sorprendida volvió a sonreír y le contestó.
- yo también te quiero mi viejo violín.
¡que lindo!
ResponderEliminarte dedico dos lagrimitas que me han brotado y todo mi orgullo de tío feliz durante su lectura
Jijijiji gracias Argentina¡¡
ResponderEliminarViniendo de un futuro Cortazar .... me llena el ego ;)
ResponderEliminarmil gracias por compartirlo.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarUn cuento lleno de magia. Mi aplauso.
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