martes, 13 de enero de 2015

MIEDO PARALIZADOR


El dragón estaba sentado en el sillón siguiéndome con la mirada mientras yo me paseaba de un lado a otro con el ceño fruncido y las manos a la espalda, el ordenador yacía silencioso en la mesa como si la cosa no fuese con el. De vez en cuando le dedicaba una mirada de indignación, emitía un ligero gruñido y continuaba paseando.

-¿Wisheast, necesitas hablar?- susurró el dragón con cierto temor; Como respuesta recibió otro gruñido.

¿Por qué no podía? No hacía tanto, escribía dos blogs al día, diseñaba ilustraciones, creaba un manual de escaparates, y mientras con una mano giraba la olla haciendo un estofado, con la otra tecleaba una nueva estrofa de alguna canción.  A todo eso mi cerebro estaba pensando en la posibilidad de usar uno de los pies para poder pintar una vieja silla o tejer una bufanda (que me quedaría desigual porque no se tejer en recto….) pero eso no importa, lo que importaba era la actividad cerebral que chorreaba por todos los poros de mi cuerpo. ¿qué estaba pasando? ¿Qué terrible maldición había recaído sobre mi?

Entonces llegué a una conclusión, miedo  paralizador. Sí, la dragona tenia miedo PA-RA-LI-ZA-DOR.

Un terror a finalizar las cosas cuando me faltaban 2 metros para llegar a la meta. Miedo a acabar el libro y que no gustase, o que fuese una estupidez. Miedo a dejarlo ir, y sobre todo miedo a enfrentarme al las 55.765 palabras que había escrito más de un año antes.

Debía hacer ya la revisión del libro, y no podía, eso lo había cambiado todo, y mi poder de  activar tropecientas mil conexiones neuronales a la vez,  se había limitado a resbalar el dedo por la pantalla del móvil jugando al Candy crush mientas me sentía culpable.

-Solo siéntate 30 minutos al día, y revisa hasta donde puedas…- dijo el dragón. Sin esperar más, sin prisas, sin pausas, sin presión, escribe para ti, por lo que lo escribías antes, solo porque te divertía.

¡¡Eso era¡¡ se me había olvidado que era divertido. Que todo lo que hacia siempre simplemente lo hacia porque era divertido. Lo  había convertido en una obligación.

Y ya tenemos demasiados obligaciones. Así que me lo propuse. Me propuse recuperarlo todo. Empezando por un manuscrito que había hecho para mi.

El Dragón me guiño un ojo, giró la pantalla del ordenador, y me dijo -¿Empezamos?

Y simplemente me puse a leer y a disfrutar de lo que había escrito hacia ya casi dos años. 







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