El dragón estaba sentado en el sillón siguiéndome con la
mirada mientras yo me paseaba de un lado a otro con el ceño fruncido y las
manos a la espalda, el ordenador yacía silencioso en la mesa como si la cosa no
fuese con el. De vez en cuando le dedicaba una mirada de indignación, emitía un
ligero gruñido y continuaba paseando.
-¿Wisheast, necesitas hablar?- susurró el dragón con cierto
temor; Como respuesta recibió otro gruñido.
¿Por qué no podía? No hacía tanto, escribía dos blogs al día, diseñaba ilustraciones, creaba un manual de escaparates, y mientras con una mano
giraba la olla haciendo un estofado, con la otra tecleaba una nueva estrofa de
alguna canción. A todo eso mi cerebro
estaba pensando en la posibilidad de usar uno de los pies para poder pintar una
vieja silla o tejer una bufanda (que me quedaría desigual porque no se tejer en
recto….) pero eso no importa, lo que importaba era la actividad cerebral que
chorreaba por todos los poros de mi cuerpo. ¿qué estaba pasando? ¿Qué terrible
maldición había recaído sobre mi?
Entonces llegué a una conclusión, miedo paralizador. Sí, la dragona tenia miedo
PA-RA-LI-ZA-DOR.
Un terror a finalizar las cosas cuando me faltaban 2 metros
para llegar a la meta. Miedo a acabar el libro y que no gustase, o que fuese
una estupidez. Miedo a dejarlo ir, y sobre todo miedo a enfrentarme al las 55.765
palabras que había escrito más de un año antes.
Debía hacer ya la revisión del libro, y no podía, eso lo había
cambiado todo, y mi poder de activar tropecientas
mil conexiones neuronales a la vez, se había limitado a resbalar el dedo por la pantalla del móvil
jugando al Candy crush mientas me sentía culpable.
-Solo siéntate 30 minutos al día, y revisa hasta donde
puedas…- dijo el dragón. Sin esperar más, sin prisas, sin pausas, sin presión,
escribe para ti, por lo que lo escribías antes, solo porque te divertía.
¡¡Eso era¡¡ se me había olvidado que era divertido. Que todo
lo que hacia siempre simplemente lo hacia porque era divertido. Lo había convertido en una obligación.
Y ya tenemos demasiados obligaciones. Así que me lo propuse.
Me propuse recuperarlo todo. Empezando por un manuscrito que había hecho para mi.
El Dragón me guiño un ojo, giró la pantalla del ordenador, y
me dijo -¿Empezamos?
Y simplemente me puse a leer y a disfrutar de lo que había escrito
hacia ya casi dos años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario